Ayer publicamos el primer capítulo de nuestra particular guía de Dark Souls 3: una guía no dirigida exactamente a que puedas terminar el juego… ¡sino más que nada a que seas capaz de empezarlo! El juego de From Software se ha ganado (merecidamente) una fama de difícil que hace que muchos usuarios, pese a sentirse atraídos por su propuesta, teman acercarse a él y desesperarse por morir una y otra y otra y otra vez. Queremos ayudar a nuestros lectores explicándoles de forma sencilla las cosas que hemos aprendido por la vía dura. No en vano nosotros hemos pasado ya por las cinco fases de todo jugador novato de un Souls: negación (va, esto no puede ser tan difícil), negociación (si en veinte minutos no he conseguido pasar esta zona, lo dejo por hoy), depresión (no voy a pasar de este punto EN LA VIDA), ira (LO TENÍA Y ME HA MATADO TE ODIO MIYAZAKIÑAIDHGKJDHGKSDJHGKSHJG * tira el mando contra la pantalla *) y finalmente aceptación (vale, está bien, paciencia que al final lo consigo seguro. Lo siento, señor agente, ya sé que son las cuatro de la mañana, le juro que no vuelvo a gritar)… y vuelta a empezar.
En fin, siéntate a la hoguera, rellena los frascos de estus y respira hondo, que allá vamos.
1. Elige tu campo de batalla (y si puedes, pelea sucio)
From Software no duda en echarte encima monstruos de toda clase con ataques inesperados, de tamaño enorme, con daño especial y / o magia, alcance muy largo, trampas, emboscadas… No veo ninguna razón por la que tú no debas hacer lo mismo. Olvídate de pensar que estás aprovechándote de una situación o que deberías enfrentarte cara a cara contra no sé quién o cosas así: Dark Souls 3 ya es bastante difícil de por sí; si puedes pelear sucio, hazlo. Lo importante es sobrevivir y seguir avanzando, no cómo lograrlo. Si puedes acercarte sigilosamente por detrás y soltar una puñalada trapera, hazlo. Si puedes caer desde lo alto como un ángel vengador y soltar un garrotazo de órdago, hazlo. Y si puedes empujar a algún enemigo a un abismo, ooooh, sin duda: hazlo.
Observa tus alrededores y sé astuto: a menudo descubrirás que el entorno puede servirte para ganar ventaja. Que un enemigo esté en un sitio determinado, o rodeado de sus amigotes, no quiere decir que tengas que pelearte con él allí mismo. No tienes por qué pelear en los términos que el juego te propone de primeras: elige tú siempre que puedas el campo de batalla que más te convenga. Y por supuesto, si puedes evitarlo (y a menudo puedes), jamás, repito, jamás de los jamases pelees contra varios oponentes. ¡Bastante tienes con lo tuyo como para querer hacerte el héroe! Intenta siempre enfrentarlos de uno en uno salvo que sean monstruos muy débiles que tengas muy controlados… y aún así, ten cuidado: aquí hasta un grupito de ratas te pueden poner en apuros si te descuidas.
Si el monstruo con el que quieres pelear está solo, que vaya hasta donde a ti te interesa es tan fácil como acercarte a él y salir pitando: la criatura te perseguirá hasta el límite de su “zona de influencia”. Si no te quieres acercar demasiado (para no arriesgarte a que te arree la primera colleja) la mejor forma de conseguir atraerlo es hacerle daño: nada como una flecha o un cuchillo arrojadizo para atraer la atención de un enemigo. Así puedes también dividir grupos grandes para evitar enfrentamientos en los que puedes acabar rodeado (o lo que es lo mismo, muerto).
Decíamos unas líneas atrás que aproveches toda oportunidad de ser sigiloso. Esto se aplica especialmente en el caso de enemigos grandes que estén más o menos despistados y a lo suyo: ese primer golpe rastrero puede ser la diferencia entre vivir o morir, y será especialmente efectivo si manejas un personaje basado en la Destreza. Una buena manera de acercarte despacio sin arriesgarte a hacer ruido es avanzar en postura de combate, como para dar un golpe especial (es decir, pulsando L2 o gatillo izquierdo).